Educación, política y cambio.

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No puede haber una educación políticamente neutra. Aquel que lo diga MIENTE. Cualquier educación que se autodenomine como apolítica o que decida no participar de manera alguna en esta parcela de nuestra edificación social, se engaña a si misma, engaña a aquellos que forman parte o participan en ella y favorece de forma directa a la prevalencia del orden establecido.

La educación o la escuela es, por mucho que pueda pesar a algunas y complicar las cosas, un fragmento, más o menos importante, dentro de una compleja maraña social que está salpicada, por no decir empapada, de las dinámicas sociales, políticas, económicas y hasta psicológicas del status quo impuesto por el sistema capitalista. Es normal que el discurso capitalista haya calado hondo, pues se encuentra por todos lados y se acoge a cualquier forma, incluso llegando a nublar las mentes de muchos profesionales de la educación, que se hacen propio el mensaje de que sol@s, o en «petit comité» pueden hacer cualquier cosa posible. Y que un pequeño cambio al día puede llegar a cambiar el mundo…[[ PA – TRA – ÑAS…]]

Es por eso que ya no me sorprende la enorme «flipaduria» que a veces, desde el mundo educativo, llegamos a mostrar, creyendo que con la mera intervención realizada en ciertos grupos de niños o niñas, que transitan dentro de nuestro proyecto educativo y que progresan a través de las distintas etapas impuestas por el sistema, se puede conseguir un cambio social que transcienda y perdure en el tiempo más allá de los límites de la escolarización. Tal y como dice Josefa Martín, actuando así conseguiremos seres humanos diferentes, pero no seres humanos que luchen realmente por el cambio social que se requiere.

El foco, ante la adaptación obligada del sistema a los nuevos tiempos, y motivado sobretodo por las convulsiones esporádicas de cierta parte de la clase trabajadora que encierra el riesgo de despertar a la masa adormecida, se está posando con intención parcial en los métodos y las maneras de hacer, pero muy pocas veces en la finalidad propia y los objetivos explícitos e implícitos de la educación. Apartando e inutilizando a la escuela como el instrumento de cambio que puede ser y hundiéndola y ahogándola en los cauces del sistema.

Es por eso que la educación o la escuela, radical o revolucionaria, o que simplemente desee un cambio a nivel global; no puede contentarse con posicionarse intocable en el centro de las distintas corrientes que transitan y mueven el mundo, creyendo que la solución pasa por construir un oasis sobre islas de relativa «calma», donde tratan de soñar la utopía que una desearía para el mundo, pero sin tenerlo en cuenta a el y al influjo que este realiza en el alumnado, las familias y el entorno con los que trabajamos.

Quedarse en esas islas ficticias y no zambullirse dentro de las aguas removidas, con sus mareas y remolinos, sus tempestades y sus resacas, es hacer de la educación un instrumento sesgado, exclusivo y excluyente, que solo beneficia a la población pudiente, mientras hunde aun más en la miseria a la más desfavorecida. No hay esperanza a largo plazo bajo este planteamiento, solo una sociedad más segregada que ofrecerá los recursos necesarios para poder navegar y resistir en las condiciones que ofrece el sistema a unos y que deja cada vez más descolgados a otros.

La escuela de la anarquía, libertaria, radical o revolucionaria debe servir de laboratorio, lugar de construcción para un nuevo conocimiento, donde potenciar unos principios que sirvan de plataforma de lanzamiento para el cambio social que las anarquistas persiguen. Esto no es posible solo con la teoría utopista y de manual. De forma irremediable, el cambio se debe edificar en forma de un nuevo modelo a través de las experiencias que ofrece la praxis, demostrando que una manera de funcionar alternativa es posible, realizable. Para conseguirlo, la acción no puede quedarse solamente en el seno de la propia escuela, sino que debe expandirse y nutrirse, en constante interconexión, crítica, influencia y co-creación con el contexto en el que se encuentra.

https://www.self-directed.org/tp/spaces-of-learning/

La escuela de la anarquía debe abrir las puertas al entorno para abrazar a las personas y las comunidades, sus características, necesidades y potencialidades, estableciendo nuevas oportunidades para crear una red comunitaria, al mismo tiempo que sirve como, eje de rotación y como espacio para la reflexión y la propagación de ideas y mecanismos que lleven la ideología anarquista fuera de las paredes de la escuela y la que ahora es una burbuja educativa aislada.

La educación debe ir más allá de la infancia y de las escuelas, de los instrumentos fundados por el poder para transmitir un conocimiento y un hacer previamente pensado y manipulado. La educación debe abrazarlo todo y, si realmente quiere un cambio social, no debe tener miedo a gritar y ejercer sus ideas, para poder crear así una nueva manera de ver y construir que, con el trabajo de muchas, se convierta en una alternativa real.

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