No puede haber revolución si no es educada y tampoco auténtica educación sin revolución.
– Anónimo –
MI REFLEXIÓN SOBRE LA REVOLUCIÓN
Cuando hablo de revolución o de movimiento revolucionario, lo expongo y lo entiendo como un movimiento basado en un conjunto de acciones de carácter directo y que tienen el objetivo de derrocar un antiguo orden para sustituirlo por uno de nuevo. Un movimiento que se hace contra y a pesar de las estructuras establecidas y sus mecanismos de defensa, que trata de desarticular los discursos normalizados que permanecen alineados a esas estructuras y que promueven la supervivencia de sus «ideas» e intenciones que hay tras ellas.
En su lucha, las revolucionarias defienden unos valores y principios entre los cuales encontramos; la libertad, la dignidad y el desarrollo de toda naturaleza humana. Los tiempos cambian, las sociedades cambian y las luchas cambian, pero las revoluciones siempre mantienen ciertos pilares fundamentales que se mantienen. La revolucionaria quiere la verdad por encima de todo y la persigue sin descanso. Desea el respeto a su persona y al resto de los individuos y la libertad de poder profesar su naturaleza humana sin tener que pedir permiso a nada ni a nadie. Solo un ser humano adormecido y temeroso desearía lo contrario y correría a tenderse entre los brazos de un ente externo que lo hiciera todo por él.
No considero que la revolución se deba dar siempre a través del uso de la violencia física o la sangre, aunque su objetivo final es destruir aquello contra lo que lucha para substituirlo por otro modelo con el que los revolucionarios se sienten representados y sus deseos, necesidades y peticiones «saciadas». Y digo «saciadas» (entre comillas) porque la revolución nunca se sacia, pues lleva implícita dentro de si la reflexión, la crítica y una renovación constante que respeta las exigencias de las revolucionarias.
De no ser así, la revolución deja de ser revolución. Se ha convertido en aquello que prometió destruir y por eso debe prepararse para una nueva revolución que tendrá la finalidad de acabar con la 1era.
Por otro lado, considero que con el objetivo de la autodefensa, toda revolución debe tener un grado de agresión y violencia que sea proporcional a la ejercida por las estructuras establecidas y las formas de de representación y ejecución que estas estructuras toman para interactuar con los individuos.
Al mismo tiempo, opino que para que la revolución sea realmente posible, esta violencia debe ser más ferviente y enfocada, superando la utilizada para la autodefensa y dirigida estratégicamente contra los elementos claves de aquello contra lo que se lucha.
No hablo de golpear, romper, quemar o lesionar, sino de emplear mecanismo por los cuales la revolución sea capaz de desarticular, debilitar o desacreditar aquello contra lo que lucha. Lo tiempos cambian, los método también.
La revolución no puede caer en el reformismo. No puede esperar pequeñas concesiones y cambios del sistema contra el que está luchando, pues el sistema tenderá a defenderse y a contraatacar a través de todas sus automatismos, organismos y artimañas previamente dispuestos para desarticular el movimiento reformista antes de que este tenga éxito.
¡Ay! ¡pobres de nosotras! Con lo que cuestan algunos logros con una fuerte revolución, imaginad qué ocurriría con la reducida vitalidad que contiene el movimiento reformista. No puedo entender la intención de un actitud reformista que, gestada en la verdad y conociendo a lo que se enfrenta, decida andar igualmente el camino hacia una derrota segura a cualquier plazo.
También entiendo la revolución como un movimiento que solo puede ser verdadero si surge, se nutre y nace de la capacidad creador de cada individuo. Pues la fuerza de todo movimiento revolucionario reside en la fuerza de cada uno sus individuos: que a través de la libre elección, escogen formar parte y luchar por ciertos ideales.
Es imposible no tener en cuenta la interacción y la influencia de la sociedad y la comunidad en este proceso. Un proceso que puede desembocar finalmente en un despliegue de recursos recogidos en una acción compartida. Esta es una acción que conlleva grandes sacrificios, siempre proporcionales a los objetivos que la acción revolucionaria quiera lograr y que una debe estar dispuesta a pagar.
La revolución puede y debe ser racional para afianzar su supervivencia, aunque siempre tendrá un componente visceral necesario. Nacido de los corazones de aquellas que la formulan. Debe ser capaz de elegir concienzudamente sus enfoques estratégicos; decidir entre una actitud de resistencia o de ataque cuando sea necesario por ejemplo. Debe ser capaz de valorar bien sus fuerzas en cada momento y las de aquello contra lo que lucha. Aún tratando de realizar el análisis correcto, la revolucionaria muchas veces no podrá anticipar ni tener claras las consecuencias de los acontecimientos, pues la revolución representa la naturaleza de los seres humanos que la conforman y por tanto se vuelve un ente complejo que es previsible solo hasta cierto punto.
Para formar parte de la revolución, el ser humano debe, desde la reflexión, el análisis y abrazando la libertad, tomar conciencia profunda de todo aquello contra lo que esta luchando, las razones de su existencia y porqué el, como individuo, decide unirse a la revolución. Todo esto mientras gana conciencia de las herramientas que él tiene y de las que puede echar mano durante el proceso. Para lograrlo, solo visualizo un único vehículo para la formulación correcta de cualquier revolución: LA VERDAD.
No conozco ninguna otra manera de hacer el acto revolucionario que no sea utilizando, para su construcción y ejecución, la más pura y cristalina verdad. Una verdad que se debe establecer como la base de todo raciocinio y acción. De no ser así y edificando el movimiento en fundamentos construidos en mentiras o medias verdades, todo movimiento revolucionario tendrá la tendencia a fracasar. Antes o después los miembros revolucionarios, engañados por un movimiento que les ha mentido o los ha mantenido en la ignorancia y se ha aprovechado de su ímpetu natural, se desencantan y la revolución se fractura. Será responsabilidad del propio individuo hacer los esfuerzos para buscar y exigir la verdad, pero serán sus compañeras de viaje y aquellas mas avezadas, las que guíen, sin privar de independencia, los pasos de las primerizas mientras se alimentan recíprocamente de su conocimiento.
La revolución no ocurre de un día para otro. Aunque tiene cierta espontaneidad que puede coger por sorpresa a la revolucionaria y a la reaccionaria, la revolución se gesta en las mentes y los espíritus de los individuos con tiempo y esfuerzo. Siendo esta una labor de instrucción grandiosa para tan grandioso acto. Aquí es donde, entre otras cosas aparece el concepto de la EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA.
EDUCACIÓN REVOLUCIONARIA o REVOLUCIÓN EDUCATIVA
¿Qué fin tiene la educación revolucionaria sino es el de gestar y mantener vivo el acto y la inspiración revolucionaria? Se establece como instrumento para el renacimiento continuo del espíritu y el saber revolucionario. Se engendran mutuamente y se nutren la una a la otra. Durante ese proceso, ofrecen su conocimiento a a aquellas que quieren formar parte o asociarse con ellas en sus andares.
Abanderada de la libertad y la dignidad del individuo, la educación revolucionaria entiende la verdad como el único vehículo para entregar el saber a los hombres y mujeres. Su finalidad es la de dotar al individuo de las herramientas que le permitan ser un ser independiente y capaz, para desarrollarse a si mismo y, para si fuera necesario, tener los conocimientos para resistir o atacar en nombre de la defensa de esos derechos.
Cierta gente me preguntará: «Aunque entiendo que la revolución debe luchar contra algo o alguien, ¿contra qué lucha la educación revolucionaria?
Pues amigos y amigas, es simple y complicado, primeramente…CONTRA ELLA MISMA. Contra la oscura sombra de una educación interesada. Aquella educación que ha sido planificada, diseñada y deformada de forma atroz, con el único objetivo de adormecer a las mentes libres y buscar poner al individuo al servicio de un sistema contra el que se deben posicionar los principios más fundamentales de la educadora revolucionaria.
Mentes críticas como la de Emma Goldman ya opinaban a principios del siglo XX, que «el pensamiento humano siempre ha sido falseado por la tradición, la costumbre y una pervertida falsa educación, en interés de aquellos que mantienen el poder» y quieren seguir manteniéndolo «y disfrutan de privilegios; en otra palabras, por el estado y la clase gobernante».
Mas actualmente, Noam Chomsky ha descrito la educación como «un sistema corrompido, que busca adoctrinar a las nuevas masas sociales con los conocimientos y los valores necesarios para sostener el sistema presente». Un sistema que va en contra de los principios revolucionarios.
Cuando leo estas afirmaciones, defendidas al detalle y de forma convincente en sus respectivos ensayos, hay una pregunta que siempre me viene a la mente y que soy incapaz de refrenar por mas tiempo; ¿Cómo puede ser que, como miembros del engranaje educativo, sea el que sea, o como simples humanos, no estemos dispuestos a la revolución educativa?. No estemos deseosos de crear, nosotras mismas, con nuestra mente y nuestros cuerpos, con nuestro espíritu, ese movimiento de revolución que luche por acabar con una violación tan atroz del ser humano.
Los principios fundamentales de la educación están siendo ultrajados desde edades bien tempranas hasta otros procesos educativos que engloban a todas las edades. Las consecuencias para los individuos y por tanto para la sociedad son nefastas ya a día de hoy, y lo serán aún más con el paso del tiempo si nadie hace nada por detenerlo.
La revolución y el auténtico cambio no pasan por la reforma progresiva como ya he expuesto anteriormente. Tampoco se soluciona a través de la incorporación de ciertos aspectos que lo único que hacen es entregar aún más la educación al espantoso encargo solicitado por el «statu quo».
Se trata de realizar un análisis profundo de la educación y de nuestros sistemas educativos. No únicamente de los contenidos mercantiles expuestos en los currículos y los distintos métodos implementados en las aulas. Haciéndolo de esta forma, perderíamos la oportunidad de centrarnos en el auténtico debate: el de la finalidad y la razón de ser última de la educación.
Para lograrlo, debeos tener en cuenta su historia, su implicación moral, social y política y el papel que debe tomar esta en el tejido que las une. Todo eso solo podrá asumirse a través de un pensamiento crítico, un pensamiento superior que acerque un poco mas al hombre y a la mujer a su auténtica naturaleza. No es una tarea fácil, ya que el ruido generado por el sistema trata de hacernos olvidar la auténtica naturaleza educativa, la HUMANIZACIÓN del ser humano.
Por eso os animo a seguir reflexionando. A que sigamos libres y críticas. Rebeldes y revolucionarias. A que no dejemos nunca de luchar, pues la otra opción es entregarnos y morir sin estar muertas. Vivir sin estar vivas. Así que luchemos por los sueños que nos encienden los corazones y evitemos dormitar en la gris realidad que apaga nuestras mentes.
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